Cómo elegir reformista

El mundo de las reformas de vivienda es especialmente variopinto, y nos podemos encontrar desde verdaderos profesionales hasta todo tipo de impresentables que pueden hacer que nuestra obra sea un infierno.

Saber elegir es complicado, por lo que deberemos tenerlo todo lo más decidido y cerrado posible, antes de decantarnos por uno u otro, para evitar luego sorpresas.

Debemos buscar varios presupuestos, aunque tampoco hay que pasarse…

Y éste es el primer problema: ¿qué vamos a pedir que presupuesten? Normalmente tenemos una idea de lo que necesitamos: ampliar la cocina, tirar un tabique, cambiar las ventanas… Pero eso es simplemente eso: una idea. ¿Cómo traducimos en dinero lo que necesitamos? Si pedimos presupuestos sólo con ideas va a ser muy difícil poder compararlos, porque cada reformista va a entender nuestras ideas de una forma, generalmente la que más le convenga en función de su forma de trabajar.

Por eso es fundamental contar con un proyecto de reforma: unos planos que marquen exactamente cómo van a ser las distintas habitaciones, con medidas, posición de las cosas, forma de llevar las instalaciones, etc… Y sobre todo unas mediciones, que nos digan exactamente cuántos metros de pladur voy a instalar, qué superficie de pintura voy a necesitar, qué modelo van a ser los sanitarios, los azulejos, los interruptores…

Si a nuestros candidatos les damos planos y mediciones, tendrán que ajustarse al milímetro a la obra que hemos decidido hacer, y tendremos la seguridad qué nos van a hacer, a qué precio y con qué material. Tendremos así un precio relativamente cerrado, sabiendo que si hacemos menos obra nos saldrá más barato, y a la inversa, pero conociendo desde el principio el precio de cada cosa que vamos a hacer.

cartel NO

A modo de ejemplo tenemos esta publicidad, en la que nos dan un precio general por toda una obra. Pero lógicamente, no puede costar lo mismo alicatar la cocina con azulejo cerámico o con gres rectificado, ni poner un sanitario de diseño o uno básico de obra… Tampoco puede costar lo mismo si simplemente queremos cambiar una puerta de sitio, o si queremos trasladar el baño, mover la cocina, ampliar el salón…

Si nos van a dar un precio cerrado, sabiendo sólo la superficie de la vivienda, y explicándole al reformista nuestras ideas, podemos estar seguros de que tendremos problemas.

Una vez que ya tengamos nuestros presupuestos, ajustados al proyecto que hemos decidido, como primera medida deberemos eliminar los que sean anormalmente altos o demasiado bajos. Las cosas tienen un precio, y es muy difícil encontrar a nadie que trabaje casi gratis, por lo que las gangas suelen traer luego problemas.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que el precio no puede ser la única cosa a tener en cuenta. Es fundamental contar con referencias: gente que haya trabajado ya con ellos, poder ver obras que hayan hecho…

Hay que ver también la seriedad de la gente con la que trabajamos. Si nos han entregado el presupuesto en plazo, si se han ajustado a lo que les hemos pedido, si muestran verdadero interés en nuestra obra…

En las reformas es muy importante también el plazo. Una obra nos puede salir a buen precio, pero si va a tardar demasiado, el coste no es tal. Saber la capacidad del constructor, la gente que va a trabajar en nuestra reforma, es fundamental.

Por último, si no imprescindible, sí es aconsejable, contar con profesionales que nos asesoren a nosotros, y que controlen la forma de trabajar de los reformistas, y que nos puedan guiar en este curioso mundillo en el que nos metemos.